PAZOS GALLEGOS

Pazo de Oca (A Estrada, Pontevedra)

A lo largo de los años, Galicia ha dejado huella en su arquitectura con una variedad de construcciones que hablan de su historia, sociedad y relación con el territorio. Entre ellas, los pazos ocupan un lugar destacado. Construidos mayoritariamente entre los siglos XVI y XIX, estos edificios funcionaron como centros de poder económico y social, vinculados a la nobleza gallega o a familias con influencia local.

Muchos pazos combinan la arquitectura residencial con elementos defensivos y espacios dedicados a la agricultura, lo que los convierte en valiosos testigos de una forma de vida ya desaparecida. Como fotógrafo de arquitectura y paisajismo, me interesan tanto por su estructura como por lo que representan: lugares de transición entre lo doméstico y lo simbólico, entre el poder y el paisaje.

Pero todos tienen algo que los hace únicos: ese equilibrio entre la piedra y los jardines que los rodean, los escudos nobiliarios que nos hablan de linajes antiguos, las chimeneas, galerías y escaleras exteriores que nos recuerdan que, detrás de la piedra, hubo vida.

Pazo de Oca (A Estrada, Pontevedra): Conocido como el "Versalles gallego", es sin duda uno de los más espectaculares. Sus jardines, estanques y camelias lo convierten en un lugar único, con una atmósfera casi cinematográfica.

Vista parcial del estanque del Pazo de Oca

Cisnes en el Pazo de Oca

Pazo de Santa Cruz de Ribadulla (Vedra, A Coruña): Con su impresionante camino de olivos centenarios y un jardín que parece salido de un cuento, es otro ejemplo de armonía entre arquitectura y paisaje.

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Pazo de Santa Cruz de Ribadulla

Pazo de Tor (Monforte de Lemos, Lugo): Una joya del sur de Lugo que conserva el mobiliario, biblioteca y archivos originales. Su conservación y su entorno lo hacen un lugar excepcional para entender cómo eran estos espacios por dentro.

Pazo de Tor (fachada principal)

Pazo de Tor (fachada lateral)

Pazo de Lourizán (Pontevedra): Rodeado de un extenso jardín botánico y con una arquitectura que recuerda a los palacetes franceses, se encuentra en un estado de deterioro progresivo, aunque se han anunciado proyectos de restauración que esperamos que se concreten.

Pazo de Lourizán (Pontevedra)

Pazo de Quintáns (Noalla, Sanxenxo, Pontevedra): En pleno corazón de la parroquia de Noalla, en el municipio de Sanxenxo, se encuentra el Pazo de Quintáns, una construcción sobria y bien proporcionada que conserva el encanto de las edificaciones tradicionales gallegas. Su estructura refleja la funcionalidad característica de los pazos de labranza, con elementos como la solana, el hórreo y los muros de piedra que delimitan la propiedad.

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Pazo de Quintáns (Sanxenxo, Pontevedra)

Pazo de Trasariz (Vimianzo, A Coruña): Un ejemplo típico de pazo rural de la Costa da Morte, con escudos nobiliarios y estructuras defensivas que recuerdan su función histórica.

Pazo de Trasariz (Vimianzo, A Coruña)

Otros pazos: sin fotos pero no sin presencia

Más allá de los pazos fotografiados, Galicia está llena de ejemplos que también merecen ser nombrados. Algunos de ellos siguen en uso como viviendas o espacios de turismo rural, mientras que otros permanecen olvidados, pero todos comparten una fuerte carga simbólica.

En la provincia de A Coruña: destacan el Pazo de Mariñán, con sus vistas a la ría de Betanzos y su cuidado jardín; o el Pazo de Vilane, recuperado como proyecto de emprendimiento rural.

En Pontevedra: el Pazo de Castrelos, hoy museo municipal de Vigo, o el Pazo de Fefiñáns en Cambados, muy ligado a la cultura del vino.

En Lugo: el Pazo de Tovar, cerca de los Ancares, o el Pazo de Sober, situado en uno de los balcones naturales de la Ribeira Sacra.

En Ourense: el Pazo de Bentraces, con aire señorial e historia vinculada a la nobleza gallega, o el Pazo de Moldes, en Celanova.

Recorrer pazos es, además de un ejercicio visual, una forma de acercarse a otras formas de vida, de entender cómo la arquitectura no solo responde a funciones prácticas sino también a códigos sociales y simbólicos. Muchos de estos lugares están llenos de historias, reales o imaginadas, y quizá por eso me gustan tanto.

Fotografías: ©Juan Carlos Asorey

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