Entre La pIedra, EL tIempo Y La curiosidad:
Un recorrido personal por los monasterios gallegos con una mirada arquitectónica, vital y fotográfica

Monasterio de Santa María de Oseira (Cea, Ourense)
Arquitectura, historia y vida
Algunos lugares tienen el poder de detenernos. No por casualidad, muchos de ellos son antiguos monasterios. Espacios apartados, rodeados de silencio, piedra y tiempo. Galicia está llena de estos enclaves que aún conservan parte de su esencia, aunque el paso de los siglos haya dejado marcas visibles en sus muros.
Los monasterios me atraen desde hace mucho tiempo. Me interesa su arquitectura, su ubicación, la manera en que se integran en el paisaje y, sobre todo, lo que sugiere imaginar cómo se vivía allí hace siglos. Quizás algo tuvo que ver en esto la novela —y la película— El nombre de la rosa que, en su momento, me atraparon completamente. Hay algo hipnótico en ese mundo clausurado, apartado, regido por rutinas, que parece suspendido en el tiempo, oculto entre las piedras.

Monasterio de Santa María de Melón (Ourense)

Monasterio de Santa María de Xunqueira de Espadañedo (Ourense)

Claustro del monasterio de Oseira
Entre los monasterios gallegos hay auténticas joyas que deberían formar parte del imaginario colectivo. Algunas, por suerte, aun están en uso o rehabilitadas. Otras luchan por sobrevivir a la intemperie. En cualquiera caso, todas forman parte de un patrimonio que habla tanto de arquitectura como de historia, de espiritualidad, de arte y también de vida.
En este artículo comparto una selección de monasterios gallegos que tuve ocasión de visitar y fotografiar. Sin pretensiones enciclopédicas, pero con voluntad de poner en valor un patrimonio que es tan imponente como frágil.
Un recorrido por lugares únicos
Conocido cómo "el Escorial gallego", es uno de los monasterios más espectaculares de Galicia. Fundado en el siglo XII y habitado por los cistercienses, destaca por su grandiosidad y por la sobriedad de su arquitectura. Su claustro, la iglesia y las escaleras interiores conforman un espacio de gran fuerza visual, que invita al silencio y a la contemplación.

Oseira: Fachada de la iglesia del monasterio


Oseira: Nave central de la iglesia
Pero Oseira no es la única joya que a lo largo de los años he tenido la oportunidad de fotografiar: monasterios como Armenteira, Monfero, Montederramo, San Clodio de Leiro, San Estevo de Ribas de Sil, San Facundo de Ribas de Miño, San Paio de Abeleda, San Pedro de Rocas, Santa Cristina de Ribas de Sil, Santa María de Meira, Sobrado dos Monxes, Santa María de Melón, Santa María de Ferreira de Pallares, Trandeiras o Xunqueira de Espadañedo, entre otros.






Algunos siguen activos, otros están en ruinas o parcialmente rehabilitados. En cualquier caso, todos me han ofrecido la oportunidad de mirar, encuadrar y entender mejor no solo sus formas, sino su presencia en el entorno. Algunos se alzan en lo alto, dominando el paisaje. Otros se esconden en valles húmedos, como si buscaran pasar desapercibidos. En todos ellos, la luz juega un papel clave. A veces se cuela entre los arcos de un claustro. Otras, entra en silencio por una puerta entreabierta o acaricia una columna gastada por el tiempo.

San Facundo de Ribas de Miño (Lugo).

Monasterio de Santa María de Armenteira (Meis, Pontevedra)

Monasterio de Santa María de Meira (Lugo)
Mirar con intención
Los monasterios son espacios que ofrecen infinitas posibilidades. Son lugares donde el paso de la luz, el silencio y la memoria construyen escenas únicas. Y para quien se dedica al diseño, al paisaje o a la fotografía, los monasterios gallegos siguen siendo fuentes de inspiración y aprendizaje.

Monasterio de Santa María de Monfero (A Coruña)

Claustro del monasterio de Santa María de Ferreira de Pallares (Lugo)

Restos del monasterio de San Paio de Abeleda (Ourense)

Portada principal de la iglesia del monasterio del Buen Jesús de Trandeiras (Ourense)
Para mí, fotografiar estos lugares es una forma de atención y respeto, pero también de interpretación. No se trata solo de documentar lo que se ve, sino de compartir lo que evocan: formas de vida, paisajes interiores, ritmos distintos… y una relación con el espacio y el tiempo que hoy nos resulta lejana.
Por eso me gusta volver a ellos. Porque me permiten mirar con calma. Y porque, en cierto modo, también me permiten imaginar...
Fotografías: ©Juan Carlos Asorey
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