Por las tierras de Don Quijote

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ENTRE MOLINOS Y LLANURAS

Un viaje fotográfico por La Mancha

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Panorámiza de Alcázar de San Juan desde sus molinos

Hay un lugar que durante mucho tiempo llamó mi atención, hasta que hace unos años tuve la oportunidad de visitarlo y conocerlo: Castilla-La Mancha, o las tierras de Don Quijote. Un territorio que llevaba años ocupando un rincón de mi imaginario, alimentado tanto por la novela de Cervantes como por la mítica serie de dibujos animados de los años 80 que, como otras, marcó mi infancia.

Aquellos molinos de viento convertidos en gigantes, aquellas llanuras infinitas y personajes cargados de idealismo se me quedaron grabados y, desde entonces, siempre supe que, tarde o temprano, acabaría buscando ese paisaje para conocerlo, sentirlo… y fotografiarlo.


Molinos y horizontes: símbolos de una tierra

Si hay un elemento arquitectónico que define La Mancha, ese es el molino de viento. Fui en su búsqueda en lugares emblemáticos como Consuegra, Campo de Criptana, Puerto Lápice, Alcázar de San Juan o Mota del Cuervo. En cada uno de ellos, la presencia de los molinos no es solo testimonio del pasado, sino parte de su presente, de su identidad visual y cultural.

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Vista panorámiza de Campo de Criptana

Estas construcciones destacan por su sobriedad y por la manera en que se integran en el paisaje. Las torres blancas de piedra, coronando cerros o elevaciones, parecen colocadas con precisión para recoger el viento y para observar, desde las alturas, el paso del tiempo sobre la llanura.

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Molinos de Alcázar de San Juan

Consuegra, con su conjunto perfectamente alineado de molinos en lo alto del cerro Calderico acompañando al castillo, es uno de los lugares más conocidos y visitados. La visión desde allí resume la imagen arquetípica de La Mancha: blanco, cielo azul y una línea interminable de tierra.

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Vista parcial de Consuegra desde el cerro Calderico

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Molinos de Consuegra y castillo de La Muela

Muy cerca, en Campo de Criptana, encontramos otro grupo notable de molinos, tres de ellos declarados Bien de Interés Cultural, que conservan la estructura y la maquinaria original.

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Vista parcial de Campo de Criptana

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Molinos en Campo de Criptana

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Nocturna en Campo de Criptana

Puerto Lápice destaca, además de por los molinos, por la arquitectura tradicional que conserva, como es el caso de su plaza porticada que mantiene el espíritu de las ventas cervantinas.

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Detalle de la Plaza de la Constitución, (Puerto Lápice).

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Paisaje manchego desde los molinos de Puerto Lápice

En Alcázar de San Juan tuve la ocasión de vivir uno de los momentos más especiales de este viaje. No todos los días es posible presenciar una hermosa puesta de sol junto a esos molinos que dominan la localidad. Un instante de luz y silencio que resulta difícil olvidar.

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Puesta de sol desde los molinos de Alcázar de San Juan

Mota del Cuervo, que se presenta como “el balcón de La Mancha”, con siete molinos en lo alto del cerro, ofrece unas vistas espectaculares sobre el entorno.

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Cuatro de los molinos de Mota del Cuervo

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Molino y vista parcial de Mota del Cuervo


Más allá de los molinos: pueblos con carácter

A lo largo del viaje, descubrí que La Mancha ofrece mucho más que molinos. Lugares como Tembleque, El Toboso, Argamasilla de Alba o Belmonte conservan un patrimonio arquitectónico y cultural que merece la pena observar con atención.

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Las referencias a Don Quijote son comunes en cualquier pueblo de la Comunidad

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Dulcinea cobra un especial protagonismo en El Toboso


La plaza mayor de Tembleque, con sus galerías de madera de traza barroca hexagonal, es un ejemplo perfecto de su arquitectura popular. En El Toboso, la sombra literaria de Dulcinea convive con la belleza de las calles encaladas y los muros llenos de historia.

Otro lugar que vale a pena es Argamasilla de Alba, donde una antigua tradición afirma que, concretamente en la cueva de la Casa de Medrano, estuvo Cervantes encarcelado, y que en este lugar empezó a diseñar su obra.

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Una de las entradas a la Plaza Mayor de Tembleque

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Cueva de la Casa de Medrano, (Argamansilla de Alba)

En Belmonte, la monumentalidad de su castillo gótico-mudéjar convive con la belleza de su conjunto urbano.

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Panorámica de Belmonte

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El castillo de Belmonte se erige en lo alto del cerro de San Cristóbal

Por último llegamos a Tomelloso, uno de los núcleos más dinámicos de la comarca, sorprende la combinación entre tradición y actividad cultural. La villa mantiene la esencia manchega en sus calles y plazas, y espacios como la Posada de los Portales —una antigua construcción rehabilitada y declarada Bien de Interés Cultural que conserva el sabor popular y que, hasta la década de 1960, sirvió de alojamiento de viajeiros y tratantes.

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Ayuntamiento de Tomelloso

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Posada de los Portales, (Tomelloso)


Paisaje abierto, cielos infinitos

La Mancha es también territorio de cielos enormes y tierras generosas. Las largas rectas entre viñedos, las llanuras sin fin, el cromatismo cambiante de la tierra… Todo esto forma parte de un espacio que se deja fotografiar con sinceridad y que recompensa a quien decide detenerse y observar.

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Típico y fascinante paisaje de La Mancha

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Las largas rectas son habituales en toda la ruta

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Plantación de viñedos con amapolas en primer plano

Este viaje nació de una ilusión, como tantos otros. Pero a veces los sueños pequeños, como ver los molinos de Don Quijote al atardecer, son los que más permanecen. Fotografiar La Mancha fue para mí tanto un ejercicio visual como una forma de cerrar ese círculo iniciado en la infancia, entre libros y dibujos animados.

Si no conoces esta zona de España, te recomiendo que le des una oportunidad. Más allá de su evidente relación con Don Quijote, La Mancha ofrece una combinación singular de cultura, patrimonio, paisaje y, por qué no decirlo, una fantástica gastronomía. Un lugar para perderse, sentir… y disfrutar.


Fotografías: ©Juan Carlos Asorey


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